Hace mucho tiempo, me dijeron que a partir de que uno cumplía 15 años, el tiempo se pasaba más rápido. Y efectivamente, ese fenómeno se hizo presente... Probablemente, no el día que cumplí 15, pero ahora va a un ritmo demasiado acelerado.
Aprovechando el cliché de la fecha por venir, escribo esta reflexión.
La división del tiempo es algo irreal, una creación del hombre (y todo lo que "crea" el hombre es imperfecto... Luego escribiré más al respecto), algo que los humanos nos hemos autoimpuesto para poder contarlo y que nos sirva de referencia. Entonces en el calendario vigente, el 31 de diciembre es el último día del año y un año nuevo empieza el 1ero de enero.
Aunque, independientemente de las divisiones que el ser humano pueda hacer, por suerte o por desgracia es finito para todos y cada uno de nosotros. Entonces, aprovechemos ese tiempo disponible (pues no sabemos cuando termina) para hacer lo que queramos, proyectos, nuestras pasiones.
La gente suele hacer propósitos sobre aspectos a mejorar sobre sus vidas, en esta fecha. Yo pienso que esos propósitos se pueden hacer no sólo en esta fecha, incluso si no lo cuidan lo suficiente, sólo se hacen vanales promesas de algo que son muy cobardes o muy débiles para lograr o incluso intentar... Y se quedan en eso, en buenas intenciones.
Lograr metas diario, y no sólo plantearlas hoy, aprovechando el fin de año. Prometerse a uno mismo que las logrará... Pero no sólo hoy. Todos los días.
Entonces, éste no es el último post, ni el primero, sólo es uno más. Como hoy, que es un día como cualquier otro. Sólo con un pretexto para celebrar. Aclaro, no me quejo, me encantan los pretextos para celebrar. Celebremos con la menor provocación. Y no solamente hoy, todos los días. Estamos vivos.
Que todos los días que sigan sean buenos, y los años que vengan sean mejores. Aunque todo siga en un relativo estado de igualdad... Y no podamos distinguir entre un año u otro.
Ésto es una utopía. Todos tenemos altas y bajas, si sólo fueran altas, ¿Cuándo aprenderíamos de nuestros errores? No nos haríamos más resistentes a las adversidades que nos plantea la vida, día con día. Creo que sería un poco aburrido el no tener momentos malos... No podríamos ver la belleza de esos momentos que nos quitan el aliento.
Entonces corrijo... Que tus días, meses y años siguientes sean más provechosos. Que aprendas en todos y cada uno de ellos algo nuevo.
En este cambio de número de año, mis mejores deseos.
Vayan por donde no hagan mucho daño.
miércoles, 31 de diciembre de 2008
martes, 16 de diciembre de 2008
Crónicas Vancouverenses II
Continuando con el relato...
Mi camión salía en la tarde-noche. Si hubiera tenido el presupuesto, me hubiera ido con ella hasta San Francisco... Pero la paga se estaba haciendo cada vez más esporádica e incompleta en la carpintería del Iraní.
Nos contrataron en el taller de carpintería de muebles finos "Connoisseur". Nos considerábamos afortunados pues era un trabajo estable. La paga no era mala y el trabajo estaba divertido (aunque a veces terminaba hecho polvo con ganas de no regresar y vivir como un haragán... Pero había que ganar el sustento, pues era el propósito principal del viaje).
Nuestro día iniciaba a las 7:00 AM para desayunar con calma, arreglarnos y emprender el viaje hacia el taller, que eran aproximadamente unos 45 minutos caminando. Entrábamos a trabajar a las 9:00 AM. Generalmente había bastante que hacer, pero había ratos muertos cuando faltaba material que sólo podíamos barrer y organizar el taller a petición del brasileño que fungía como nuestro supervisor.
Fuimos partícipes de varios proyectos, cada uno con sus particularidades. Hubo uno que tuvimos que hacer 64 piezas de baño para un hotel en otro estado. Que me enteré que les terminaron regresando porque se maltrataron en el camino. Unas cocinas para una planta procesadora de Moras en las afueras de la ciudad (De ahí nos robamos moras para unas crepas bastante buenas). unos gabinetes para unas oficinas, y una cocina que no vimos terminada porque se nos acabó el tiempo.
También seguíamos yendo al autolavado los fines de semana. Lo cual nos dejaba prácticamente sin días de descanso... Tal vez la ciudad nos protegía de eso pues coincidió que todos los fines de semana que íbamos al autolavado, llovía y casi no había trabajo... Por ende, nos regresaban antes. Era bueno y malo, bueno porque nos quedaba el resto del día libre, pero era malo porque se traducía en menos ingresos.
Mientras fuimos carpinteros el equipo se amplió. Llegamos a ser cuatro mexicanos en el equipo, Adair, Nico, Dan y yo. Pero después del encargo de las 64 piezas para baño, se terminaron saliendo Adair y Dan. Cada uno por sus motivos particulares. Definitivamente hubieran sido de mucha ayuda en los proyectos que siguieron. Los pudimos sacar, pero el brasileño se desquitaba conmigo en vista de que no se podía desquitar con nadie más... Decía mucho "Caraio" entre otras groserías en portugués. Era bastante cómico.
A mediados de junio llegó la segunda camada de amigos a tratar de cumplir el sueño vancouverense. Cómo la UdeG sale de vacaciones aproximadamente un mes después, se desfasó un poco la estancia de nuestra feliz tropa de tapatíos refugiados.
El primero tuvo tan mala suerte con su llegada que terminamos encontrándolo al día siguiente en la noche en otro hostal, con la misma ropa y unas ojeras del tamaño de sus cachetes. Le perdieron la maleta, le tocó ver una pelea de vagabundos, durmió en el aeropuerto, entre otros eventos desafortunados. Suerte que alcanzamos a dar con él, después de un mail que mandó al borde del llanto.
El hostal estaba bastante alegre debido a su sobrepoblación de mexicanos, y el gordo bipolar (velador de dicho establecimiento) nos terminó odiando, debido a la cantidad de fiestas organizadas en la cocina. Otro personaje bastante ameno.
Hubo varias salidas y viajecitos cortos (sobre todo a resurtir la despensa a la "Real Canadian Superstore" en Metrotown) que nos ayudaban a salirnos de la rutina de peones a la cual nos habíamos sometido voluntariamente. Mi cumpleaños también cayó en esas fechas y me lo celebraron con una fiesta sorpresa en la cocina con mucha gente y mucha pizza. Ah, y globos.
Un evento bastante importante para mi en el viaje fue el haber conocido a Elisa, una italiana-holandesa que andaba de viaje por Norteamérica después de haber cumplido con un semestre de intercambio en Estados Unidos.
La conocí el 7 de Julio del 2007 (7/7/07 día de la suerte), ella estaba cenando mientras yo platicaba con un amigo de mazatlán (Rubén) sobre las ventajas de hablar un idioma diferente al local (la ventaja radica, básicamente, en que no saben lo que estás diciendo). Después de decirle a un australiano en español que tenía cara de baboso (claro, con una sonrisa). Probé mi punto. Proseguí a decir que la chava que estaba sentada a mi lado estaba guapísima pensando que no hablaba español. Sorpresa. Al tratar de explicarle la diferencia a Rubén entre "can" y "can't", Elisa complementó mi explicación en un español tan fluido como el de alguien que lleva viviendo en México unos cuantos años.
Estuvimos platicando bastante tiempo, hasta que nos invitaron ir al bar más cercano a tomar unas cervezas, ella no fue porque al día siguiente se iba a levantar temprano para ir a la isla de Victoria. Pero antes de irme me obsequió una cerveza. Ya en el Cambie decidí que sería bueno afanarme a su viajecito, para aprovechar la ocasión y conocerla más. Cuando regresamos puse mi despertador lo más temprano que se me ocurrió para esperarla en la cocina "desayunando" (Sí, claro, en domingo, desayunando a las 7:00 AM...).
Apareció como a las 10:00 AM.
Me acompañó a desayunar e incluso me preparó unas crepas. Muy buenas, por cierto. Ella dijo que ya era muy tarde para irse a Victoria con el australiano y con Darren (Un irlandés muy buena onda que se convirtió en elemento fundamental de nuestra pequeña familia de la pocilga de hostal). Entonces decidimos pasear por la ciudad junto con Makiko (Amiga japonesa que aprendió a hablar español con una rapidez impresionante), Nico y Dan.
Platicando con ella supe el porqué de su español fluido, vivió en Yucatán unos meses, luego tiene muchos amigos en España.
Todo ese domingo estuvimos juntos. Y esa semana que vivió con nosotros, me compartió una tradición que tenía ella, que era el "cigarro de las buenas noches". Se preparaba ella un cigarro con tabaco que compró no recuerdo donde.
Fuimos al museo de Arte de Vancouver, pues había una exposición de impresionistas. de Monet a Dalí. Muy impresionante.
Platicábamos mucho, y la semana se me hizo muy corta... En el trabajo sólo quería salirme para estar con ella. Cosa que no se lograba. Pero cuando entraba a la cocina del hostal, después de El hecho de que me recibiera con esa sonrisa y un "¡Ey, llegaste!" tan sincero. Hacía mi día.
Cuando llegó el día de su partida, la acompañamos a la central camionera de Vancouver que quedaba de paso a nuestro trabajo. Se le veía triste, como que si se encariñó de sus mexicanitos del hostal. Se fue rumbo al sur, y el fin de semana, específicamente el domingo, llegaba a Seattle... Se me ocurrió alcanzarla ahí. De sorpresa. Sabía al hostal donde llegaría, y el día también. Sólo desconocía la hora.
Nos estuvimos escribiendo, via Facebook y correo electrónico, para no perder contacto, supongo.
Decidí irme, junté ahorros, y me lancé el sábado temprano a comprar el primer boleto de camión hacia dicha ciudad.
Mi primer viaje solo...
Lástima que sólo fue un fin de semana de viajar solo, es algo que definitivamente tengo que volver a hacer en algún punto de mi vida.
Sólo había algo incómodo que me carcomía por dentro... Un puñado de dudas... ¿Cómo tomaría la sorpresa? ¿La alcanzaría a ver? ¿Llegaría temprano?
De pura suerte conseguí hospedaje en el hostal, si no conseguía tendría que buscar una banca cómoda en un parque, pues no tenía presupuesto para una noche en un cuarto de hotel.
Investigué en el hostal si ella llegaría al día siguiente, pero no había reservaciones con ese nombre... Y sólo hay dos hostales en Seattle... Busqué el otro en la mañana y resulta que lo cerraron.
También tenía los itinerarios de llegada de los camiones para saber desde que horas esperarla.
Todo un acosador, yo.
Domingo por la mañana, no pude dormir mucho, mis nervios (y el ruido de la ciudad) no me permitieron descansar mucho. A las 6:00 AM ya estaba desayunando preparándome para el trayecto a la central camionera.
El primer camión llegaba a las 8:00 AM. Y para mi suerte, en ese camión apareció ella.
Le encantó la sorpresa, no se lo esperaba.
Fuimos a desayunar, recorrimos Seattle, platicamos, comimos en un parque. Uno de los mejores días de mi vida. Fue raro, no pasó nada, ni un beso apasionado ni nada. No tenía que pasar, tampoco. Fue uno de esos días que uno no quiere que acabe. Acordamos que nos buscaríamos después, si alguno de nosotros estábamos cerca de donde vivamos. No era una despedida. Y que mantendríamos contacto...
Mi camión salía en la tarde-noche. Si hubiera tenido el presupuesto, me hubiera ido con ella hasta San Francisco... Pero la paga se estaba haciendo cada vez más esporádica e incompleta en la carpintería del Iraní.
Nos despedimos, Un abrazo, un beso en la mejilla y ahora noté que se quedaba realmente triste... Y yo no caía en cuenta que no la volvería a ver más que por fotografías. Por lo tanto estaba, normal. Cómo si fuera a verla de nuevo al día siguiente.
Llegué ya noche al hostal, estaba muy feliz. Casi se me olvidaba que al día siguiente era un día más en el trabajo y mi rutina continuaría como si nada hubiera pasado.
Que equivocado estaba.
Fue un día pesadísimo, llegué muerto. Y al entrar a la cocina... Estaba oscura, apagada... Y con un iraní y un chino ahí, en lugar de Elisa. Salí corriendo de ahí... Por fín caí en cuenta. No podía seguir esa tarde en el hostal. Me fui. A caminar, Nico me acompañó y fuimos platicando, realmente estaba deshecho.
Pasaron unos días y todo volvió a su relativa normalidad rutinaria, unos cuantos viajes más, cumpleaños, salidas, Darren prosiguió su camino (el cual había retrasado por 3 semanas debido a que estaba demasiado agusto con nosotros, no si antes comprar un boleto a Guadalajara para octubre). El autolavado se quedó sin techo, una lluvia lo tiró... Ya para esas alturas ya no íbamos pues no tenía caso y exigíamos nuestros fines de semana libres.
El viaje prosiguió... No nos pagaron lo que nos debían en el trabajo y la última semana de nuestra estancia Nico se fue a viajar al norte, a ver Ballenas Beluga. Yo me dediqué a turistear y visitar mi trabajo para ver si nos pagaba el mentado Iraní ese.
Regresamos a mano, económicamente hablando, pero con mucha experiencia, el vivir solo, aunque haya sido por tres meses, le abre a uno la mente. El hecho de mantenerse por sí mismo es algo que lo llena a uno. Conocimos gente muy interesante y que vale mucho la pena. Un viaje que definitivamente repetiría.
Un pez crece dependiendo del tamaño del contenedor donde esté. Sí es una pecera o un lago, una ciudad pequeña o una ciudad grande.
Para finalizar estas crónicas, enlistaré lo más memorable de todo el viaje. Lo que no olvidaré tan fácilmente.
1) Elisa. Seattle.
2) La pizza de Beef y Blue Cheese de Numero Uno Pizza.
3) Celebration of Light (concurso de fuegos artificiales a finales de julio).
4) Atardeceres a las 9:45 pm.
5) El hostal Grand Trunk (Grand Drunk, para los amigos).
6) La cantidad impresionante de vagabundos.
7) La cantidad impresionante de orientales.
8) Los paisajes tan cambiantes y variados (Playa-Montaña-Ciudad grande, todo en un mismo lugar).
9) (Sobre)Vivir solo.
10) Toda la gente que hizo posible el viaje, los que nos fuimos de aquí y los que conocimos allá.
Un buen viaje, realmente.
sábado, 6 de diciembre de 2008
Crónicas Vancouverenses I
La nostalgia me obligó a no posponer más este post. Creo que también es justo, he tenido un poco olvidado este espacio, no quería llegar al establecimiento de un día en particular para publicar, pero temo que tendrá que ser así.
Ya ha pasado más de un año desde que hice este viaje...
Espero recordar la mayor parte de él, aunque de antemano sé que mucho ya se ha perdido en algún rincón escondido de mi memoria, trataré de sacar lo más posible y plasmarlo aquí para que no sea olvidado tan fácil.
Todo comenzó en enero del 2007, cuando estuvimos platicando la posibilidad de irnos a Canadá a hacer dinero y turistear un rato, pues allá la paga es más que lo que podríamos ganar aquí.
Para marzo ya tenía mi boleto redondo con fecha de salida el 15 de mayo y regreso el 9 de agosto. Prácticamente la totalidad de mis días de vacaciones de verano. A partir de ese momento, ya quería que llegara esa fecha. La curiosidad era demasiada.
El tiempo pasó y llegó el día. Estábamos Nico (principal incitador de la realización de esta travesía) y yo en el aeropuerto con destino a Vancouver con una escala de 4 horas en Houston.
El vuelo no tuvo mayor contratiempo y estuvimos platicando sobre trivialidades y en otros ratos practicando nuestro plan ficticio de viajar por todo Canadá para que nos creyeran en la aduana que no nos pensábamos quedar a trabajar ilegalmente en sus tierras. Yo estaba un poco nervioso por los relatos de que hubo pobres diablos que se pusieron nerviosos y los regresaron gratis a México en calidad de deportados.
Llegó el momento, llegamos en la noche al aeropuerto de Vancouver con el aduanero... Transcribo (y traduzco) a continuación la conversación que tuvimos con nuestro primer contacto con un canadiense.
Aduanero: ¿Propósito de viaje?
Nico: Vamos a turistear durante 3 meses, llegar hasta Hudson Bay y de regreso.
A: ¿Dónde se van a quedar?
Master: En un hostal en Vancouver, Grand Trunk Hostel.
A: ¿Cómo se van a mover por Canadá?
N: Nos dijeron que era mejor investigar ya estando en Canadá si nos conviene rentar un carro o viajar en tren...
A: Hmm... ¿Y quién está pagando este viaje?
Ambos: Jeje, nuestros papás (la risa fue digna de un fresa tapatío).
A: ... (Nos quita los pasaportes y los sella)
A: Bienvenidos a Canadá.
Ya estábamos del otro lado... Literalmente.
El siguiente obstáculo a vencer era el transportarnos en una ciudad que no conocíamos, con unas indicaciones medio ambiguas y mucho sueño.
Tomamos un camión en el aeropuerto (Sí, a la 1:00 am había servicio de transporte público). Que se suponía que nos dejaría más cerca de nuestro destino y tendríamos que tomar un segundo camión para que nos dejara a unas cuantas cuadras.
Nuestra primera sorpresa es que no aceptan billetes en los camiones, por lo tanto, el chofer nos dejó pasar... Sin pagar. Una conducta desconocida, al menos por mi, en ese momento.
Después de bajarnos en un lugar equivocado, tomar otro camión, conversar con un vagabundo que decía que tenía un cuarto que nos podía rentar (Algo me hizo desconfiar de él, probablemente era la bolsa de botellas de PET que traía como equipaje), hacer que un camionero se desviara de su ruta para acercarnos, llegamos a la zona donde se encontraba nuestro hostal.
Caminamos un poco cuando nos dimos cuenta de que estaba plagado de vagabundos. Llegamos por fin al mentado hostal y la puerta estaba cerrada. Un vagabundo oriundo de Newfound Land (del otro lado de Canadá) nos dijo que ese hostal era caro y chafa, que mejor nos fuéramos al Cambie y que él nos guiaría para que no nos pasara nada.
Confirmado, no vuelvo a confiar en un vagabundo.
Nos llevó a un hostal feo y caro, y además nos pidió una cooperación voluntariamente a fuerzas por las molestias... Le di 5 dólares americanos y no se le hizo suficiente. Por suerte ya estábamos en la puerta del hostal y el portero corrió casi a patadas al vagabundo (parecía que era persona non-grata en el recinto).
Nos dieron el cuarto y un vale por un desayuno para la mañana siguiente. Estábamos algo cansados para pensar en el día siguiente, sólo queríamos dormir.
A la mañana siguiente nos aventuramos a nuestra primera opción para asegurarnos de que era caro y chafa como nos dijo el vagabundo... Sólo en una cosa tenía razón, era una pocilga. Pero no era caro y por lo tanto nos parecía más viable quedarnos ahí.
Nos mudamos y nos dedicamos a pajarear (turistear, bobear, visitar, conocer... algo así). En lo personal, nunca había estado en una ciudad de esa magnitud. Todo era nuevo y se veía más brillante de lo que realmente era. Me alegré porque no había perdido mi capacidad de asombro.
Ya ha pasado más de un año desde que hice este viaje...
Espero recordar la mayor parte de él, aunque de antemano sé que mucho ya se ha perdido en algún rincón escondido de mi memoria, trataré de sacar lo más posible y plasmarlo aquí para que no sea olvidado tan fácil.
Todo comenzó en enero del 2007, cuando estuvimos platicando la posibilidad de irnos a Canadá a hacer dinero y turistear un rato, pues allá la paga es más que lo que podríamos ganar aquí.
Para marzo ya tenía mi boleto redondo con fecha de salida el 15 de mayo y regreso el 9 de agosto. Prácticamente la totalidad de mis días de vacaciones de verano. A partir de ese momento, ya quería que llegara esa fecha. La curiosidad era demasiada.
El tiempo pasó y llegó el día. Estábamos Nico (principal incitador de la realización de esta travesía) y yo en el aeropuerto con destino a Vancouver con una escala de 4 horas en Houston.
El vuelo no tuvo mayor contratiempo y estuvimos platicando sobre trivialidades y en otros ratos practicando nuestro plan ficticio de viajar por todo Canadá para que nos creyeran en la aduana que no nos pensábamos quedar a trabajar ilegalmente en sus tierras. Yo estaba un poco nervioso por los relatos de que hubo pobres diablos que se pusieron nerviosos y los regresaron gratis a México en calidad de deportados.
Llegó el momento, llegamos en la noche al aeropuerto de Vancouver con el aduanero... Transcribo (y traduzco) a continuación la conversación que tuvimos con nuestro primer contacto con un canadiense.
Aduanero: ¿Propósito de viaje?
Nico: Vamos a turistear durante 3 meses, llegar hasta Hudson Bay y de regreso.
A: ¿Dónde se van a quedar?
Master: En un hostal en Vancouver, Grand Trunk Hostel.
A: ¿Cómo se van a mover por Canadá?
N: Nos dijeron que era mejor investigar ya estando en Canadá si nos conviene rentar un carro o viajar en tren...
A: Hmm... ¿Y quién está pagando este viaje?
Ambos: Jeje, nuestros papás (la risa fue digna de un fresa tapatío).
A: ... (Nos quita los pasaportes y los sella)
A: Bienvenidos a Canadá.
Ya estábamos del otro lado... Literalmente.
El siguiente obstáculo a vencer era el transportarnos en una ciudad que no conocíamos, con unas indicaciones medio ambiguas y mucho sueño.
Tomamos un camión en el aeropuerto (Sí, a la 1:00 am había servicio de transporte público). Que se suponía que nos dejaría más cerca de nuestro destino y tendríamos que tomar un segundo camión para que nos dejara a unas cuantas cuadras.
Nuestra primera sorpresa es que no aceptan billetes en los camiones, por lo tanto, el chofer nos dejó pasar... Sin pagar. Una conducta desconocida, al menos por mi, en ese momento.
Después de bajarnos en un lugar equivocado, tomar otro camión, conversar con un vagabundo que decía que tenía un cuarto que nos podía rentar (Algo me hizo desconfiar de él, probablemente era la bolsa de botellas de PET que traía como equipaje), hacer que un camionero se desviara de su ruta para acercarnos, llegamos a la zona donde se encontraba nuestro hostal.
Caminamos un poco cuando nos dimos cuenta de que estaba plagado de vagabundos. Llegamos por fin al mentado hostal y la puerta estaba cerrada. Un vagabundo oriundo de Newfound Land (del otro lado de Canadá) nos dijo que ese hostal era caro y chafa, que mejor nos fuéramos al Cambie y que él nos guiaría para que no nos pasara nada.
Confirmado, no vuelvo a confiar en un vagabundo.
Nos llevó a un hostal feo y caro, y además nos pidió una cooperación voluntariamente a fuerzas por las molestias... Le di 5 dólares americanos y no se le hizo suficiente. Por suerte ya estábamos en la puerta del hostal y el portero corrió casi a patadas al vagabundo (parecía que era persona non-grata en el recinto).
Nos dieron el cuarto y un vale por un desayuno para la mañana siguiente. Estábamos algo cansados para pensar en el día siguiente, sólo queríamos dormir.
A la mañana siguiente nos aventuramos a nuestra primera opción para asegurarnos de que era caro y chafa como nos dijo el vagabundo... Sólo en una cosa tenía razón, era una pocilga. Pero no era caro y por lo tanto nos parecía más viable quedarnos ahí.
Nos mudamos y nos dedicamos a pajarear (turistear, bobear, visitar, conocer... algo así). En lo personal, nunca había estado en una ciudad de esa magnitud. Todo era nuevo y se veía más brillante de lo que realmente era. Me alegré porque no había perdido mi capacidad de asombro.
En la noche conocimos un grupo de mexicanos en el hostal. Pablo, Omar, Oscar y Rubén. Unos paisanos en toda la extensión de la palabra. Y muy buenas personas también, tuvimos mucha suerte de coincidir en ese lugar. Ellos también llegaron a Vancouver con la intención de trabajar y de hecho, acababan de conseguir un trabajo poniendo techos con un rumano.
Nuestros nuevos amigos nos pasaron algunos contactos para empezar a buscar trabajo, y empezamos la búsqueda al día siguiente. Sin frutos, pero seguimos conociendo la ciudad, el parque Stanley, la zona donde brotan los vagabundos, un supermercado oriental, entre otros spots turísticos. Aprovechando nuestro exceso de tiempo libre, fuimos a comprar nuestro equipo de albañil (casco y botas de casquillo) a una tienda llamada Army & Navy (No es lo que piensan, en realidad es como una tienda de 5 y 10 pero con más surtido, y comida caducada).
Por fin, dimos con un trabajo que nos aceptaron, pero por la paga decidimos que lo agarraríamos para fines de semana, en un auto lavado. Bastante cómico el jefe del ese autolavado. Era un inmigrante puertoriqueño llamado Alfredo, que tenía viviendo en Vancouver desde niño. Hablaba un inglés y un español muy fluido. Y era una botana.
La suerte nos sonrió, pues unos cuantos días después nos requirieron con el rumano en el negocio de los techos. Y fuimos a ver que tal estaba ese trabajo. Para ser ilegales, y haber conseguido trabajo en menos de una semana, era realmente admirable.
Nunca en mi vida me había sentido tan cansado y adolorido. Tenía un bronceado de napolitano en los brazos (vainilla, chocolate y fresa) y heridas por todos lados. Además de que sentía que todo mi cuerpo requería un esfuerzo todavía mayor para moverse.
En ese negocio duré tres sesiones. Nico tuvo cuatro días de trabajo de "roofer", pues hubo un día que sólo requerían cuatro mexicanos y no cinco. Por ende, me sacrifiqué por el equipo (con el pretexto de que tenía que ir por Marcia al aeropuerto... En realidad me dio una flojera impresionante ir a trabajar ese lunes).
Ya con Marcia en Vancouver (la primera en llegar de todo nuestro equipo de trabajo) le di un tour rápido por la ciudad. Al día siguiente, ella ya tenía trabajo en un restaurante con un iraní codo hasta... pues, los codos. El sueldo era realmente nefasto, pero estaba bien para empezar.
El restaurante se llamaba "Inn Cogneato", ubicado en North Vancouver.
El siguiente en llegar fue Alvaro, que se movió con sus conocidos y logró hasta que le propusieran matrimonio eventualmente. Él no llegó solo, venía con una parvada de arquitectos y lo cómico era que todos iban buscando trabajo juntos. A las 2 semanas de no conseguir trabajo, emigraron a otra ciudad donde radicaba la hermana de uno de ellos. Tengo entendido que les fue bien, más no como presumían que les iría.
Nosotros, por nuestra parte seguíamos buscando trabajo pues nuestros días de roofers se habían terminado. Probamos nuestra suerte como "Labors" en una construcción y fue de lo más deprimente. Estábamos bajo tierra quitando cimbras. Nueve horas seguidas. En la cadena alimenticia del negocio de construcción estábamos a la par (o abajo) de los residuos de concreto. Eramos los chalanes de los chalanes de los chalanes. No regresamos a trabajar el siguiente día.
Un poco desanimados por la falta de un trabajo estable, seguimos yendo al autolavado los fines de semana.
Entonces, cuando todo parecía perdido, Alfredo, el del autolavado nos dijo que un amigo suyo andaba buscando ayudantes de carpintería y nos mandó con él. El señor se llamaba Mansour, un iraní que tenía mucho tiempo viviendo en Vancouver, y tenía un acento bastante gracioso. Con él, trabajaba ya, otro mexicano del autolavado y su empleado estrella, Jorge (o George para los amigos), un brasileño que era buena persona y maldecía mucho en portugués cuando se equivocaba. Todo un personaje.
Habiendo sido aceptados en ese taller de carpintería donde los muebles fresas eran hechos por fresas de Guadalajara, comenzamos la rutina de los siguientes dos meses y medio.
Dejaré hasta aquí esta primera parte. En el siguiente post escribiré las anécdotas restantes.
Nuestros nuevos amigos nos pasaron algunos contactos para empezar a buscar trabajo, y empezamos la búsqueda al día siguiente. Sin frutos, pero seguimos conociendo la ciudad, el parque Stanley, la zona donde brotan los vagabundos, un supermercado oriental, entre otros spots turísticos. Aprovechando nuestro exceso de tiempo libre, fuimos a comprar nuestro equipo de albañil (casco y botas de casquillo) a una tienda llamada Army & Navy (No es lo que piensan, en realidad es como una tienda de 5 y 10 pero con más surtido, y comida caducada).
Por fin, dimos con un trabajo que nos aceptaron, pero por la paga decidimos que lo agarraríamos para fines de semana, en un auto lavado. Bastante cómico el jefe del ese autolavado. Era un inmigrante puertoriqueño llamado Alfredo, que tenía viviendo en Vancouver desde niño. Hablaba un inglés y un español muy fluido. Y era una botana.
La suerte nos sonrió, pues unos cuantos días después nos requirieron con el rumano en el negocio de los techos. Y fuimos a ver que tal estaba ese trabajo. Para ser ilegales, y haber conseguido trabajo en menos de una semana, era realmente admirable.
Nunca en mi vida me había sentido tan cansado y adolorido. Tenía un bronceado de napolitano en los brazos (vainilla, chocolate y fresa) y heridas por todos lados. Además de que sentía que todo mi cuerpo requería un esfuerzo todavía mayor para moverse.
En ese negocio duré tres sesiones. Nico tuvo cuatro días de trabajo de "roofer", pues hubo un día que sólo requerían cuatro mexicanos y no cinco. Por ende, me sacrifiqué por el equipo (con el pretexto de que tenía que ir por Marcia al aeropuerto... En realidad me dio una flojera impresionante ir a trabajar ese lunes).
Ya con Marcia en Vancouver (la primera en llegar de todo nuestro equipo de trabajo) le di un tour rápido por la ciudad. Al día siguiente, ella ya tenía trabajo en un restaurante con un iraní codo hasta... pues, los codos. El sueldo era realmente nefasto, pero estaba bien para empezar.
El restaurante se llamaba "Inn Cogneato", ubicado en North Vancouver.
El siguiente en llegar fue Alvaro, que se movió con sus conocidos y logró hasta que le propusieran matrimonio eventualmente. Él no llegó solo, venía con una parvada de arquitectos y lo cómico era que todos iban buscando trabajo juntos. A las 2 semanas de no conseguir trabajo, emigraron a otra ciudad donde radicaba la hermana de uno de ellos. Tengo entendido que les fue bien, más no como presumían que les iría.
Nosotros, por nuestra parte seguíamos buscando trabajo pues nuestros días de roofers se habían terminado. Probamos nuestra suerte como "Labors" en una construcción y fue de lo más deprimente. Estábamos bajo tierra quitando cimbras. Nueve horas seguidas. En la cadena alimenticia del negocio de construcción estábamos a la par (o abajo) de los residuos de concreto. Eramos los chalanes de los chalanes de los chalanes. No regresamos a trabajar el siguiente día.
Un poco desanimados por la falta de un trabajo estable, seguimos yendo al autolavado los fines de semana.
Entonces, cuando todo parecía perdido, Alfredo, el del autolavado nos dijo que un amigo suyo andaba buscando ayudantes de carpintería y nos mandó con él. El señor se llamaba Mansour, un iraní que tenía mucho tiempo viviendo en Vancouver, y tenía un acento bastante gracioso. Con él, trabajaba ya, otro mexicano del autolavado y su empleado estrella, Jorge (o George para los amigos), un brasileño que era buena persona y maldecía mucho en portugués cuando se equivocaba. Todo un personaje.
Habiendo sido aceptados en ese taller de carpintería donde los muebles fresas eran hechos por fresas de Guadalajara, comenzamos la rutina de los siguientes dos meses y medio.
Dejaré hasta aquí esta primera parte. En el siguiente post escribiré las anécdotas restantes.
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