martes, 16 de diciembre de 2008

Crónicas Vancouverenses II

Continuando con el relato...
Nos contrataron en el taller de carpintería de muebles finos "Connoisseur". Nos considerábamos afortunados pues era un trabajo estable. La paga no era mala y el trabajo estaba divertido (aunque a veces terminaba hecho polvo con ganas de no regresar y vivir como un haragán... Pero había que ganar el sustento, pues era el propósito principal del viaje).

Nuestro día iniciaba a las 7:00 AM para desayunar con calma, arreglarnos y emprender el viaje hacia el taller, que eran aproximadamente unos 45 minutos caminando. Entrábamos a trabajar a las 9:00 AM. Generalmente había bastante que hacer, pero había ratos muertos cuando faltaba material que sólo podíamos barrer y organizar el taller a petición del brasileño que fungía como nuestro supervisor.

Fuimos partícipes de varios proyectos, cada uno con sus particularidades. Hubo uno que tuvimos que hacer 64 piezas de baño para un hotel en otro estado. Que me enteré que les terminaron regresando porque se maltrataron en el camino. Unas cocinas para una planta procesadora de Moras en las afueras de la ciudad (De ahí nos robamos moras para unas crepas bastante buenas). unos gabinetes para unas oficinas, y una cocina que no vimos terminada porque se nos acabó el tiempo.
También seguíamos yendo al autolavado los fines de semana. Lo cual nos dejaba prácticamente sin días de descanso... Tal vez la ciudad nos protegía de eso pues coincidió que todos los fines de semana que íbamos al autolavado, llovía y casi no había trabajo... Por ende, nos regresaban antes. Era bueno y malo, bueno porque nos quedaba el resto del día libre, pero era malo porque se traducía en menos ingresos.

Mientras fuimos carpinteros el equipo se amplió. Llegamos a ser cuatro mexicanos en el equipo, Adair, Nico, Dan y yo. Pero después del encargo de las 64 piezas para baño, se terminaron saliendo Adair y Dan. Cada uno por sus motivos particulares. Definitivamente hubieran sido de mucha ayuda en los proyectos que siguieron. Los pudimos sacar, pero el brasileño se desquitaba conmigo en vista de que no se podía desquitar con nadie más... Decía mucho "Caraio" entre otras groserías en portugués. Era bastante cómico.

A mediados de junio llegó la segunda camada de amigos a tratar de cumplir el sueño vancouverense. Cómo la UdeG sale de vacaciones aproximadamente un mes después, se desfasó un poco la estancia de nuestra feliz tropa de tapatíos refugiados.

El primero tuvo tan mala suerte con su llegada que terminamos encontrándolo al día siguiente en la noche en otro hostal, con la misma ropa y unas ojeras del tamaño de sus cachetes. Le perdieron la maleta, le tocó ver una pelea de vagabundos, durmió en el aeropuerto, entre otros eventos desafortunados. Suerte que alcanzamos a dar con él, después de un mail que mandó al borde del llanto.

El hostal estaba bastante alegre debido a su sobrepoblación de mexicanos, y el gordo bipolar (velador de dicho establecimiento) nos terminó odiando, debido a la cantidad de fiestas organizadas en la cocina. Otro personaje bastante ameno.

Hubo varias salidas y viajecitos cortos (sobre todo a resurtir la despensa a la "Real Canadian Superstore" en Metrotown) que nos ayudaban a salirnos de la rutina de peones a la cual nos habíamos sometido voluntariamente. Mi cumpleaños también cayó en esas fechas y me lo celebraron con una fiesta sorpresa en la cocina con mucha gente y mucha pizza. Ah, y globos.

Un evento bastante importante para mi en el viaje fue el haber conocido a Elisa, una italiana-holandesa que andaba de viaje por Norteamérica después de haber cumplido con un semestre de intercambio en Estados Unidos.

La conocí el 7 de Julio del 2007 (7/7/07 día de la suerte), ella estaba cenando mientras yo platicaba con un amigo de mazatlán (Rubén) sobre las ventajas de hablar un idioma diferente al local (la ventaja radica, básicamente, en que no saben lo que estás diciendo). Después de decirle a un australiano en español que tenía cara de baboso (claro, con una sonrisa). Probé mi punto. Proseguí a decir que la chava que estaba sentada a mi lado estaba guapísima pensando que no hablaba español. Sorpresa. Al tratar de explicarle la diferencia a Rubén entre "can" y "can't", Elisa complementó mi explicación en un español tan fluido como el de alguien que lleva viviendo en México unos cuantos años.

Estuvimos platicando bastante tiempo, hasta que nos invitaron ir al bar más cercano a tomar unas cervezas, ella no fue porque al día siguiente se iba a levantar temprano para ir a la isla de Victoria. Pero antes de irme me obsequió una cerveza. Ya en el Cambie decidí que sería bueno afanarme a su viajecito, para aprovechar la ocasión y conocerla más. Cuando regresamos puse mi despertador lo más temprano que se me ocurrió para esperarla en la cocina "desayunando" (Sí, claro, en domingo, desayunando a las 7:00 AM...).

Apareció como a las 10:00 AM.

Me acompañó a desayunar e incluso me preparó unas crepas. Muy buenas, por cierto. Ella dijo que ya era muy tarde para irse a Victoria con el australiano y con Darren (Un irlandés muy buena onda que se convirtió en elemento fundamental de nuestra pequeña familia de la pocilga de hostal). Entonces decidimos pasear por la ciudad junto con Makiko (Amiga japonesa que aprendió a hablar español con una rapidez impresionante), Nico y Dan.

Platicando con ella supe el porqué de su español fluido, vivió en Yucatán unos meses, luego tiene muchos amigos en España.

Todo ese domingo estuvimos juntos. Y esa semana que vivió con nosotros, me compartió una tradición que tenía ella, que era el "cigarro de las buenas noches". Se preparaba ella un cigarro con tabaco que compró no recuerdo donde.

Fuimos al museo de Arte de Vancouver, pues había una exposición de impresionistas. de Monet a Dalí. Muy impresionante.

Platicábamos mucho, y la semana se me hizo muy corta... En el trabajo sólo quería salirme para estar con ella. Cosa que no se lograba. Pero cuando entraba a la cocina del hostal, después de El hecho de que me recibiera con esa sonrisa y un "¡Ey, llegaste!" tan sincero. Hacía mi día.

Cuando llegó el día de su partida, la acompañamos a la central camionera de Vancouver que quedaba de paso a nuestro trabajo. Se le veía triste, como que si se encariñó de sus mexicanitos del hostal. Se fue rumbo al sur, y el fin de semana, específicamente el domingo, llegaba a Seattle... Se me ocurrió alcanzarla ahí. De sorpresa. Sabía al hostal donde llegaría, y el día también. Sólo desconocía la hora.

Nos estuvimos escribiendo, via Facebook y correo electrónico, para no perder contacto, supongo.

Decidí irme, junté ahorros, y me lancé el sábado temprano a comprar el primer boleto de camión hacia dicha ciudad.

Mi primer viaje solo...

Lástima que sólo fue un fin de semana de viajar solo, es algo que definitivamente tengo que volver a hacer en algún punto de mi vida.

Sólo había algo incómodo que me carcomía por dentro... Un puñado de dudas... ¿Cómo tomaría la sorpresa? ¿La alcanzaría a ver? ¿Llegaría temprano?

De pura suerte conseguí hospedaje en el hostal, si no conseguía tendría que buscar una banca cómoda en un parque, pues no tenía presupuesto para una noche en un cuarto de hotel.

Investigué en el hostal si ella llegaría al día siguiente, pero no había reservaciones con ese nombre... Y sólo hay dos hostales en Seattle... Busqué el otro en la mañana y resulta que lo cerraron.

También tenía los itinerarios de llegada de los camiones para saber desde que horas esperarla.

Todo un acosador, yo.

Domingo por la mañana, no pude dormir mucho, mis nervios (y el ruido de la ciudad) no me permitieron descansar mucho. A las 6:00 AM ya estaba desayunando preparándome para el trayecto a la central camionera.

El primer camión llegaba a las 8:00 AM. Y para mi suerte, en ese camión apareció ella.

Le encantó la sorpresa, no se lo esperaba.
Fuimos a desayunar, recorrimos Seattle, platicamos, comimos en un parque. Uno de los mejores días de mi vida. Fue raro, no pasó nada, ni un beso apasionado ni nada. No tenía que pasar, tampoco. Fue uno de esos días que uno no quiere que acabe. Acordamos que nos buscaríamos después, si alguno de nosotros estábamos cerca de donde vivamos. No era una despedida. Y que mantendríamos contacto...


Mi camión salía en la tarde-noche. Si hubiera tenido el presupuesto, me hubiera ido con ella hasta San Francisco... Pero la paga se estaba haciendo cada vez más esporádica e incompleta en la carpintería del Iraní.

Nos despedimos, Un abrazo, un beso en la mejilla y ahora noté que se quedaba realmente triste... Y yo no caía en cuenta que no la volvería a ver más que por fotografías. Por lo tanto estaba, normal. Cómo si fuera a verla de nuevo al día siguiente.

Llegué ya noche al hostal, estaba muy feliz. Casi se me olvidaba que al día siguiente era un día más en el trabajo y mi rutina continuaría como si nada hubiera pasado.

Que equivocado estaba.

Fue un día pesadísimo, llegué muerto. Y al entrar a la cocina... Estaba oscura, apagada... Y con un iraní y un chino ahí, en lugar de Elisa. Salí corriendo de ahí... Por fín caí en cuenta. No podía seguir esa tarde en el hostal. Me fui. A caminar, Nico me acompañó y fuimos platicando, realmente estaba deshecho.

Pasaron unos días y todo volvió a su relativa normalidad rutinaria, unos cuantos viajes más, cumpleaños, salidas, Darren prosiguió su camino (el cual había retrasado por 3 semanas debido a que estaba demasiado agusto con nosotros, no si antes comprar un boleto a Guadalajara para octubre). El autolavado se quedó sin techo, una lluvia lo tiró... Ya para esas alturas ya no íbamos pues no tenía caso y exigíamos nuestros fines de semana libres.

El viaje prosiguió... No nos pagaron lo que nos debían en el trabajo y la última semana de nuestra estancia Nico se fue a viajar al norte, a ver Ballenas Beluga. Yo me dediqué a turistear y visitar mi trabajo para ver si nos pagaba el mentado Iraní ese.

Regresamos a mano, económicamente hablando, pero con mucha experiencia, el vivir solo, aunque haya sido por tres meses, le abre a uno la mente. El hecho de mantenerse por sí mismo es algo que lo llena a uno. Conocimos gente muy interesante y que vale mucho la pena. Un viaje que definitivamente repetiría.

Un pez crece dependiendo del tamaño del contenedor donde esté. Sí es una pecera o un lago, una ciudad pequeña o una ciudad grande.

Para finalizar estas crónicas, enlistaré lo más memorable de todo el viaje. Lo que no olvidaré tan fácilmente.

1) Elisa. Seattle.

2) La pizza de Beef y Blue Cheese de Numero Uno Pizza.

3) Celebration of Light (concurso de fuegos artificiales a finales de julio).

4) Atardeceres a las 9:45 pm.

5) El hostal Grand Trunk (Grand Drunk, para los amigos).

6) La cantidad impresionante de vagabundos.

7) La cantidad impresionante de orientales.

8) Los paisajes tan cambiantes y variados (Playa-Montaña-Ciudad grande, todo en un mismo lugar).

9) (Sobre)Vivir solo.


10) Toda la gente que hizo posible el viaje, los que nos fuimos de aquí y los que conocimos allá.

Un buen viaje, realmente.

1 comentario:

is dijo...

ahhhhhhhh que chido, la crónica que de un viaje que termino siendo una novela de amor!!! Bien Ricardo!!! Ah y chido por las fotos!